miércoles, 28 de septiembre de 2011

Y, ¿Qué quieres que te cuente?


Todas las noches la misma promesa. Mañana me voy al cole andando. Total, un paseo. Suena el despertador. La rutina comienza. Desayuno, ducha, dientes y protector solar (prescripción facultativa). Hasta ahí, todo marcha según lo previsto. Raya del ojo… ¡Ahggggggggg! Primer obstáculo en el camino. No hay espejo de aumento que colabore con mi borrasca ocular. Ha llegado el momento de pedir al otorrino de confianza que me pase el espejo frontal tan mono que usan a  modo de diadema. Es lo único que se ocurre para trazar una línea lo suficientemente estrecha para pasar desapercibida y que no me confundan con la guía espiritual de los góticos del pueblo. Raya pintada. Cómo me acuerdo de mi peluquera a esas horas de la mañana. “Es muy fácil” Un poco de secador ahuecándote el pelo con los dedos y look perfecto todo el día. Eso lo dirá ella.
Hora de salir. Zapato cómodo para el paseo. Agenda, carpeta, fruta para el recreo, cartulinas para la campaña de delegados, regalitos para la pregunta premio, algoquesemeolvidaseguro y uffffff, el llavero completo del cole. Otra vez en la puerta de casa y el coche diciéndome: - mírate mujer, tan cargada como vas, llegarás al cole hecha un pingajito; anda sube, que te llevo -. Y mi moral y mis carnes sucumben a ese cacharro infame que me hace la vida más agradable y las carnes menos prietas.
C'est la vie. Mañana será otro día.

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