sábado, 11 de enero de 2014

A la mierda Los Puentes de Madison.


Las películas son sólo eso: PELÍCULAS.
Y las películas no son la vida real, ni las prisas ni las fotos bonitas, ni las apariencias tampoco.
Y mucho menos el cambiar a nadie. Menos aún el esperar nada de nadie.

Estoy cansada de rasgarme las vestiduras por amor (qué idiota), ni que eso fuera amor...
Pues anda que no hay amor en la vida "del bueno". 
Y no, no me refiero a los tíos.

Pues lo dicho: a la mierda todo aquello porque "ya no hay vuelta atrás", como dice ella.
Y hacerse la tonta tampoco vale.

Esto escribía yo, allá en el tiempo, tan iluso y tan necesario.
Eso sí, la película es una preciosidad, que conste.


P.D.: Ella sabe quién es. Gracias por todo.

domingo, 11 de agosto de 2013

La persona correcta...

En la distancia equivocada.

Lo acabo de leer por ahí. Pero si la distancia es equivocada, ¿cómo va a ser correcta?
Benditas contradicciones. 

Esta noche voy a ver las Perseidas. Las mismas que va ver él. Qué listo es el cabrón. Se da cuenta hasta de lo que no veo yo. El pitoniso me dijo "a alguien más le gustan tus pies". Y acertó. Qué rabia dar saber que existe. Porque si no sabes que existe, no echas de menos lo que no conoces. Y qué harta de que lleguen "oportunidades" que no he pedido. A veces no sé qué hacer con ellas. Dice mi terapeuta que las tengo que vivir. No sé. 
Siempre existe una persona que espera a otra.

 

Total, que lo único que se puede hacer en estos casos es mirar al cielo al mismo tiempo que él, por si las miradas se cruzan en algún momento de despiste. 

jueves, 18 de julio de 2013

¿Y tú qué coño sabes de mi coño?

Yo siempre he dicho y diré que no sé lo que siente un hombre porque no soy hombre. Mis preguntas a mí misma son del tipo "¿Qué sentirán cuando se les pone dura sin que puedan hacer nada por evitarlo?", "¿Qué sentirán cuando, sin querer, se vean casi obligados a dar el primer paso y a veces, siguientes, para no parecer "niñas"?" ¿Qué sentirán cuando los pelos y la testosterona les gana...?"
Pues no lo sé, y algunos amigos me cuentan (yo pregunto mucho, quiero saber) lo que sienten y otros no quieren contar nada y hasta hay quien se pone a la defensiva. Yo lo comprendo, a veces es tarea ardua sentir y aceptar lo que se siente, porque no corresponde a lo que "debería ser".
Sí sé que comparto sentires y sensaciones con muchas mujeres porque lo hemos hablado y coincide. Con otras no. Pero en general, con pocas palabras sabemos qué queremos, por qué no hacemos lo que queremos, por qué les hacemos creer que todo está bien cuando no lo está o por qué nos aguantamos con bromas sexuales que llegan a ser agresiones encubiertas. También sabemos, porque lo sabemos, que cuando nosotras queramos que esto cambie, sólo tendremos que actuar distinto. Y el por qué no lo hacemos, pues también tiene su explicación, pero hoy no toca. Otro día.
Y hay una cosa que nunca me dejará de sorprender y es lo atrevida que es la ignorancia de un tipo de tipos que creen saber lo que una mujer necesita, cómo, cuándo y de qué manera. Un ejemplo serían esos que creen que su mujer tiene sequedad vaginal porque se hace mayor. Yo la invito a ella a probar, y a él a comprobar, si la sequedad es la misma cuando su señora retoza con otro señor que la ponga, con perdón, burrísima (como el de la imagen, por ejemplo; o con ese cabrón que conoció en Internet y que la trae frita. O con quien sea menos él.
Dar por hecho que una mujer que dice lo que piensa (aunque no se deba), que pide lo que es suyo (aunque no debiera) y que no admite "buena gente" como animal de compañía está mal follada o tiene sequedad vaginal es no tener, como mínimo, ni puta idea de lo que sienten el coño y el alma (vienen a ser la misma cosa) de una mujer que está viva.
Y todo para acabar descubriendo que el pobre pertenece al grupo de los hambrientos desesperadamente contenidos y que lo único que quiere es alegría. Pues pídela con educación, gilipollas, quién sabe si así...

domingo, 17 de marzo de 2013

Día del Padre

No sé si se escribe con mayúsculas. Porque se refiere al padre, padre, ¿no? Es decir, a Dios, ¿o será a San José?


Porque al Papa no creo que sea... y mira que Francisco I es tela de campechano. Como Su Majestad el suegro de Urdangarín, que a fuerza de campechanía veremos si no acaban codeándose en la trena con lo mejor de cada casa: Bárcenas, el bigotes, Mato, es decir, el padre de sus hijos, ese que hace y deshace sin consultar con ella. ¡Estos hombres que la traen a una de cabeza!

La pobre. A mí me llena mi ex el jardín de globos y confeti para celebrar el cumpleaños de los niños y yo no sé la que armo. Habrá que ser ordinario. Las que somos ricas de cuna no necesitamos esa algarabía que, además y lo saben todas las nurses, es nocivo para los niños. Luego salen codiciosos y  ni un buen colegio de pago les salva de hacer el ridículo en cualquier telediario. No seré yo quien defienda la educación pública, pero estos a uno bueno, bueno, tampoco fueron, ¿no? Porque en caso de haber ido, tendrían que pedir que les devuelvan el dinero. Hasta el del comedor, vamos.



Y pensaba yo, ¿No suena raro Francisco para un Papa? No sé, no me acabo de hacer. Claro que con ese empeño que tiene de querer una Iglesia de pobres para los pobres... Que no creas que lo acabo de entender. ¿Ahora que hay un Papa que quiere a los pobres va a reconvertir a la Iglesia en pobre? Vamos, que a los pobres  se lo empobrecen todo. Lo suyo sería dejar la calefacción y los banquetes tal cual y que lleguen los pobres y se avituallen. Pero si van a llegar ahora que van a ser pobres, si les dejan entrar cuando ya no haya nada ... en fin, que no veo el mérito de tanta pobreza. Vamos, que no cuela. No sé qué clase de mito tendría que venir al mundo para que yo me arrodille... Después de Wyoming, no encuentro a nadie más.


¿Y cómo se va a apañar para convertir a la Iglesia en pobre? ¿O se refiere a la Parroquia de El Vacie? ¿Hay parroquia en el Vacie? Hay algunas que igual necesitaban un achuchón. Un candelabro, un trocito de la Sixtina... No, claro que no, ¿cómo voy yo a querer que la troceen si voy en verano? Quizá después. Mira que si va y lo vende todo... con lo que nos ha costado acumular y mantener.

Andaba yo sesteando y pensando en todas estas cosas llenas de importancia, cuando caigo en la cuenta (en realidad casi me caigo del sofá) de que tanto anuncio de colonia masculina tenía que obedecer a algo lógico. No hay nada en la televisión que no siga una lógica que, dicho sea de paso, es además, perversa.

No suelo fijarme en los anuncios, les quito la voz y leo o juego al apalabrados cual senadora electa en listas abiertas, ¿o eran diputados de lista cerrada?... el caso es que yo no miro los anuncios... pero miré. Y lo dicho, a punto de caerme de boca, me quedé como paralizada y entonces sí, vi que entre dos meriendas de niños, una web de contactos (anotada) y un anuncio de hamburguesas, se repetían los anuncios de colonia para hombres.

Eso sí, ninguno olía como éste:




Total, que he dejado lo del Papa para otro día. Pero ardo en deseos (literales) de comprar colonia para el día del padre. El que sea, si me la trae el pavo éste haciendo cabriolas. Yo soy así también, como ellos, campechana. Muy brutalmente campechana.

Las imágenes son todas de Google y te llevan al sitio de origen (o deberían)
Ya sé, no tienen nada que ver con el texto, pero lo hacen menos arduo, más digerible, más paseable, más, más y más.

domingo, 9 de diciembre de 2012

HOMBRES MALOS Y MUJERES DEPENDIENTES

La primera vez volvió al cabo de 5 días. Se sentía extraña y fuera de lugar. Su bebé de 2 años la miraba con esos ojos enormes de pobladas pestañas y ella pensaba, sentía, que le estaba arrebatando la normalidad... Ay, la normalidad de los gritos, de las peleas absurdas y las discusiones sin fin. Total, no había sido más que un puñetazo. Y no tenía dónde caerse muerta: la familia no quería ver, porque ya la conocían desde pequeña, y siempre fue difícil de satisfacer, una joven exigente y poco conformista; los amigos... hay cosas que no se pueden contar a cualquiera. Así que volvió a casa.

Hoy, más de 10 años después, y con otro hijo más en el equipaje, Sara ha encontrado el valor para denunciar lo que le ha estado ocurriendo en casa. Es increíble, pero ahora sé que ocurre en muchas más casas de las que creemos. Nunca habría pensado que cerca de mí, en mi entorno de personas con carreras y doctorados, con trabajo y casa, con planes, con ideologías, fuera posible que alguien diera un puñetazo a otro alguien. Y mucho menos, que alguien lo encajase, lo ocultase, lo disimulase, lo aguantase, lo considerase inevitable o perdonable o asumible en el día a día de su personal infierno. 

Durante todos estos años yo no he sabido nada, Sara no me lo ha contado, y su pareja ha sido compañero de cervezas y cenas mientras esto estaba ocurriendo a nuestras espaldas. Pero en el momento en que ella ha decidido salir de esa minuciosamente tejida red de inseguridades y miedos y me ha llamado, yo no he tenido dudas de cuál era mi papel y mi lugar: escuchar, apoyar, y tratar de no juzgar más allá de lo evidente. PORQUE SARA ES MI AMIGA.


Hasta aquí, parece horrible, y se me encoje el estómago al pensarlo. Pero el infierno de Sara no acaba aquí. Ahora se enfrenta al alineamiento de sus “amigos y amigas”, los padres y madres de los amigos de sus hijos, las parejas compañeras de la salida del cole, o de la natación, o del grupo de montaña... Se enfrenta a la incredulidad, el aislamiento, la manipulación de su ex-pareja, que sigue tejiendo a su alrededor pequeñas trampas para la autoestima, de la misma manera en que ha sabido hacerlo durante los 20 años anteriores. Y usa, como sabe hacer, el hecho de que nadie quiere que sea verdad, nadie quiere tener una amiga profesional, cultivada y progresista que ha sufrido en silencio el maltrato psicológico y físico de una pareja profesional, cultivada y progresista. Nadie quiere saber que alguien cercano ha sido agredido, abofeteado, golpeado y que, además, lo ha aguantado durante años y años. Porque eso amenaza nuestra seguridad; porque la inverosimilitud de lo que hemos conocido ahora nos lleva a pensar que tal vez nuestro vecino, nuestro cuñado, nuestro jefe, pega impunemente a su mujer, y su mujer lo aguanta impunemente.

Nadie quiere vivir en un mundo como este, en el que los maltratadores no llevan un cartel prendido de su parka por imperativo judicial que rece: "NO TE ARRIMES A MI QUE TE HOSTIO".

Porque sabemos que existen, pero no tenemos ni idea de lo cerca que están.

Y porque, tal vez, están en nuestra casa, y duermen en nuestra misma cama.

Pero no podemos mirar a otro lado si no queremos ser Sara.

domingo, 2 de diciembre de 2012

¡Qué mal se lo monta el ser humano!

¡Qué mal se lo monta el ser humano! ¿O no? Ya veremos...

Nacemos y según el lugar donde te haya tocado en suerte salir del útero materno vivirás una vida, pero algo muy diferente podría haber ocurrido de nacer en un lugar distinto. Por lo tanto ya desde que tomamos contacto con este mundo, estamos condicionados por la canción de Marisol “La vida es una tómbola” así que  puedes nacer en el cielo o en el infierno. Aunque a veces aún naciendo en el infierno eres más feliz que en el cielo, todo depende de cómo sea ese cielo o ese infierno que te tocó en esa tómbola de la que hablamos. Hay otra cuestión que condiciona tu vida y que también forma parte de esa lotería, si eres hombre o mujer, blanco, negro, rojo o amarillo, si eres guapo o feo, rubia o morena, gordo o flaca, simpático o antipático, listo o torpe, más o menos propensos a padecer enfermedades ... En fin podría seguir así toda la mañana. Según seas por dentro y por fuera  tendrás una vida maravillosa  o una  mierda de vida. (Perdón por la expresión) Todo dependerá de los números que te toquen y de cómo los utilices.

Sigo avanzando, vamos creciendo, y cuando ya nos estamos adaptando a nuestra nueva vida fuera del útero, nos llevan a un lugar que puede ser maravilloso o no, la escuela, entramos a los tres añitos y salimos del colegio ¿Cuándo? Depende, obligatoriamente estamos hasta los 16 años, se supone que con esta edad ya puedes empezar a trabajar.  Pero si tienes la “suerte” de hacer una carrera, sales con aproximadamente 23, si todo ha ido bien y no has tenido que repetir ningún curso. Por lo tanto, desde los 3 años hasta los 23 (En el mejor de los casos) ¡Veinte años de nuestra vida! Tenemos que acudir a este lugar donde se supone que vamos a aprender a vivir y a convivir. Seguimos con la tómbola según en el colegio que estés y el profesorado que tengas, vivirás la escuela de una forma o de otra. También aquí tenemos números para jugar con los que ganamos, perdemos o incluso nos estampamos contra el suelo.

Salimos de la escuela y nos toca buscar trabajo, vamos a suponer que tenemos suerte (Otra vez esa tómbola) y encontramos un trabajo que nos gusta y para el que estamos preparados, es difícil pero no imposible, en este caso nos ponemos a trabajar con 23 años hasta ¿Cuándo? Cuando nos jubilemos con XX años. Ya se supone que hemos cumplido con nuestra obligación y hemos ganado lo suficiente para vivir “bien”... Pero claro, ahora tenemos tiempo y dinero pero no tenemos ganas, pues ya estamos un pelín cascados para poder seguir “disfrutando” de la vida. Mejor disfrutar de la vida cuando aún somos jóvenes, pero no, nuestra juventud la pasamos trabajando o estudiando. En nuestra vejez nos hemos ganado el derecho a descansar. (Algunas personas no lo consiguen, desgraciadamente se jubilan y mueren) (Otras empiezan a disfrutar de la vida en ése momento, pues aún su cuerpo está en condiciones) Otra vez esa dichosa tómbola.

Me estoy centrando en el tema principal que ocupa nuestra vida, el trabajo, pero hay otro tema que quizás se ajusta más a la canción de Marisol que he mencionado anteriormente,  el amor, uno de los aspectos más importantes en nuestra vida pues desde que nacemos, aquí también tenemos esos números de la tómbola, podemos recibir  el amor de nuestros padres o no, el ser humano tiene esa particularidad, aunque parezca increíble hay padres y madres que no quieren a sus hijos, es triste pero es así. Con alguno que otro me he encontrado aunque ellos sean incapaz de admitirlo y por sus hijos MAAAA- TEEEEN...

Ya en la infancia, encontramos nuestro primer amor, algún compañero de clase, algún que otro maestro, algún amigo de la familia. Correspondido o no era importante para nosotras...

Como dice la canción de Marisol: “En la tombola del mundo,  yo he tenido mucha suerte porque todo mi cariño a tú número jugué, yo soñaba con tu nombre, esperaba conocerte y la tombola del mundo me premió con tu querer”  Lo ideal sería que todo el mundo tuviera esa suerte pero desgraciadamente no es así. 



Bueno os dejo con la canción de Marisol, ya me gustaría a mi que la vida esté llena de luz y de color para todas las personas.




Aquí lo dejo ¿Estás de acuerdo conmigo en que el ser humano se lo monta muy mal?

Otro día hablaré sobre las alfombras rojas...
Hasta pronto

viernes, 23 de noviembre de 2012

ANESTESIA

(La vida tiene esta puta manía de seguir adelante, tic-tac, tic-tac, tic-tac, hasta el día de tu muerte)

Anestesia es el alcohol. Anestesia es una cervecita, unas olivas y unas patatas fritas.

Anestesia es la caricia de un hijo, su sonrisa, sus notas, su enfermedad, su llanto...

Anestesia es, simplemente, saltar a otro momento o lugar, a otro dolor más cercano o más obvio. Anestesia es no mirar hacia adentro.

Préstame una linterna para alumbrar mis sueños.
Sujétame del brazo si ves que estoy cayendo...
... aunque puede que salga volando y me pierda en las manos del viento.

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He cambiado mi avatar de Twitter. Después de un largo recorrido, llego al momento en el que me disuelvo. Ya no soy yo, exactamente... soy, más bien, ellos. Pero esa visión solo se alcanza con perspectiva. Desde cerca, sin suficiente ángulo o distancia, todo sigue igual, nada ha cambiado en la esencia. Pero no es cierto. "Desde tan lejos, se pierden los detalles", podría argüir alguien. Y tal vez tenga razón. Sin embargo, lo que queda, en el presente, en el momento de recordar y de vivir, es esa visión, y con ella has de vivir en tanto no cambie, en tanto el futuro no venga a rescatarte y te permitas reaparecer en la escena de tu propia vida.

A veces leo Twitter, o escucho a otras personas, incluso hablo de cualquier tema que encienda a la concurrencia... para no mirarme a mí, o para no escucharme. Con recado de escribir siempre a cuestas, me veo diletante, perezosa, desganada... pero claro, si escribo tengo que buscar en mis tripas las letras. Las voces y las palabras ajenas a veces me arañan la piel, a veces me magullan el ego o el orgullo. Pero el daño de verdad... lo hacen las propias letras, mis letras cuando tratan de trepar por el esófago, clavando sus esquinas durante la escalada, rompiéndome los dientes al salir, finalmente por la boca...

Duele menos si consigo que, más tranquilas, se dejen absorber en la mucosa gástrica, redondeados su vértices por los ácidos jugos, y se incorporen al torrente sanguíneo en prudentes dosis. Se reparten, y por los vasos capilares de mi boli una fracción pequeña y ya cansada deja en negro sobre blanco algunas consideraciones menores. El resto se irá quedando en la cabeza, o tensando paquetes musculares de la zona lumbar o cervical, de la cara (el entrecejo y las comisuras de la boca, normalmente), hasta que llegue una nueva tormenta de palabras tristes o enfadadas que tragarse.

Anestesia de tinta y papel.

jueves, 8 de noviembre de 2012

La muerte, como el amor...

La muerte, como el amor, es imprevisible, e inevitable. Ambos son sucesos seguros; integrando a lo largo de nuestra vida, ocurren con probabilidad 1, aunque a veces parezca que no van a ocurrir nunca...

El amor, como la muerte, se puede buscar, construir de a poquitos. Algunas clases de amor y algunas clases de muerte están, ciertamente, en nuestras manos. 

La muerte, como el amor, inspiran ríos de tinta roja y negra; y son, sin embargo, tan contradictorios... No puedes morir de amor, ya lo ha explicado Lola muchas veces, porque eso no es amor sino, justamente, su ausencia. No puedes amar la muerte, porque no te quedaría vida para amarla. Una vez más, sería un amor mal entendido. El amor empieza al empezar la vida, o incluso antes, y si hay suerte, se mantiene de una forma u otra en todos los rincones y espacios abiertos de una misma. Y la muerte está, exactamente, al final de la vida. 

A veces tiene que venir la muerte a recordarnos que hubo, o que hay, o que queremos amor en nuestra vida. A veces, viene el amor a consolarnos, o a recordarnos que aunque viniera la muerte, hemos vivido. A veces, el amor permanece más allá de la muerte, convertido en recuerdo. A veces, gracias a la muerte, el amor puede hacerse fuerte y rellenar todos los huecos de una ausencia. Y a veces, el amor muere.

El amor, como la muerte, es una catástrofe diaria, con la que crecemos para seguir amando y terminar muriendo.