domingo, 23 de octubre de 2011

Por fin ha llovido y adoro el cine

(Dedicada a un niño grande)

Cuando yo tenía 17, un nene de 20 años me dio un ultimátum mientras me cogía la manita canija en el cine: Deja los libros, nos casamos. Mi amor, el que yo sentía digo, no sé si sería muy grande pero sí era sensato, y se esfumó. Así, de repente. Nadie me creía. "Eso es imposible", me decía mi hermano. ¿Hoy quieres y al segundo dejas de querer? Una semana antes de casarse (con otra, claro), me dijo: "Estamos a tiempo, de ti depende". Ese día el aire cortaba mi cara, no creo haber corrido más rápido en mi vida.

Pues mira, yo no sé si la OMS lo tiene recogido en sus repositorios de enfermedades emocionales, pero el caso es que yo eso lo he experimentado. Digamos que en mí se da el síndrome opuesto al de Estocolmo, incluso cuando leo el informe PISA sobre Finlandia. Y es que lo mío no es ni hacer planes, ni pasar frío, ni soportar amenazas: si me quieres secuestrar, dejaré de quererte, no lo contrario. Pero que me dejes ir con amor... ¿hay algo más grande en el mundo?





Pues semejante payo, tras 35 años de aquel día en que le solté la mano en el cine y salí corriendo a mi casa, sigue ahí, dale que te pego, ¡¡¡pidiéndome una explicación!!!, hasta el mismo día de ayer. Tonta yo, que podría habérsela dado entonces, aunque fuera inventada, #paquesecalle, pero dije la verdad: Quiero estudiar, viajar, marinear y a lo mejor, más tarde, casarme y tener hijos, pero sólo a lo mejor...

Ahora podría explicarlo mejor y con todo lujo de detalles, pero no me da la gana. Porque ahora sé que la presión, la obligación, los debería, los planes a largo plazo, las deudas, la posesión, el daño, la ansiedad, el miedo, el rencor, el ordeno y mando, el chantaje, la hipoteca, ni siquiera los hijos, tienen nada, pero naíta que ver con el AMOR.

Las despedidas, cuando son inevitables, si se quiere de verdad (y no hablo de arrobamiento descerebrado, sino de querer a una persona tal cual es, sea pareja, hijo, amigo...), son una magnífica oportunidad para aprender de una misma y de los demás, intentando hacer de cada mundo chiquito y oculto, un mundo más grande y mejor. Sin grandes aspavientos, con amor del bueno para ti, para todos, para ella, para ellos...

De hecho, creo que el cine lo puede explicar mejor que yo. La decencia y la ética de la despedida de Casablanca o la disponibilidad a un silbido para quien te necesite (bien interpretado y no en modo perrito faldero), son de lo mejorcito que hay.



También me gustó la despedida de El príncipe de las mareas: Lowenstein, Lowenstein... (Si no la has visto, no veas este vídeo y corre al cine)







4 comentarios:

  1. Piedra de Leones, que se dice (en aleman, /Logüenstain/ y no /Logüenstin/)...y no te digo más...porque a mi un dia tampoco me dieron explicaciones, y aún hoy se me resiente la cicatriz. Hoy me caes mal. Lo siento.

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  2. El problema con las explicaciones es que a veces están en otro idioma, en otras coordenadas... la persona que las da y la que las recibe viven en dimensiones diferentes. Hay propuestas tan desajustadas que realmente cualquier explicación sincera es inútil, y una explicación de mentira, paradójicamente, funcionaría. SIn quererte caer mal, SkiterSkiterio, y sin saber nada de tí, tal vez la explicación estaba ahí mismo, pero en arameo... Y volvemos de nuevo a las expectativas, esa cara oculta del amor que se lo va comiendo...

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  3. Skit, yo di demasiadas explicaciones.
    Cuando se deja de querer, nadie tiene la culpa. Si acaso, somos responsables de no cuidar el amor.
    Cuando no te quieren, no es algo personal, la otra persona tampoco puede, quizá, elegir a quién querer y a quién no.
    A mí no me preocupa caerte mal, eso tampoco me lo tomo como algo personal. Es cuando me quieren muchísimo, que sé que mañan, puede que ya no me quieran.
    Lo que a mí me importa ahora no es quién me quiere y cómo, sino cómo y a quién quiero yo. Y si alguien no me quiere, o a alguien no puedo querer, le dejo ir con amor, lloro a moco tendido y renazco fortalecida y con el corazón abierto, que no en carne viva, para amar más y mejor ;)

    En cuanto al comentario de mi querida Nicolasilla, amén. Una de mis oraciones favoritas para la noche y la mañana es ésta:

    La gente, las circunstancias o el destino no nos fallan; son nuestras expectativas, esa aparentemente inofensiva y sutil forma de inmoralidad.

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  4. A ver...no me caéis mal...si fuese así no pasaría por aquí tan frecuentemente ;D

    Me ha gustado la frase "somos responsables de no cuidar el amor". Es la matización que hace falta. No obstante, siempre que he querido, ha sido como los lobos (o como los pingüinos, pero es menos literario): de por vida. Soy incapaz de querer a alguien pensando que tarde o temprano dejaré de hacerlo.

    Si no eres capaz de darlo todo por algo, es que ese algo no lo vale todo. Y en mi concepto de amor no se concibe.

    Por eso, entiendo vuestras palabras, pero no os entiendo (o dicho de otra forma, no las comparto)...y asi me va, supongo :(

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