viernes, 25 de noviembre de 2011

Una historia de destiempos

Después de estar lloviendo durante días, salió el sol. Ella era pura mediterránea, sureña, fuego y cielo, y ese tipo de día le sacó los colores y la sonrisa.
Pensó en él y se emocionó (en todos los sentidos) así que, movida por su siempre impetuoso caracter, le escribió una de esas cartas cariñosas, dulces, con algo picante, con iniciativa y, sobre todo, muy femenina... tal y como se encontraba.
Pasado el día, decidió llamarle... escuchar su voz, ya que no podía verle ni estar con él. Hablarle y decirle todo aquello que sentía muy dentro. Ser como nunca había sido, hacer lo que nunca había hecho, antes de él... ser ella.
(Y ahora es cuando el cuento romántico se convierte en un peñazo)
En cuanto él descolgó el teléfono, se acabó la magia... no estaban en el mismo tiempo. Andaba cabreado, con trabajo, con llamadas pendientes -un par esperando al otro lado del teléfono-, y más de 10 cafés encima. Lo más antierótico que se pueda una imaginar. Y ahí se acaba la parte erótico-festiva para dar lugar a... ella no sabía qué decir, ni cómo decirlo. Su día soleado se oscureció por segundos, la líbido se convirtió en el frío que viene después de que se te caiga sobre la cabeza un jarro de agua recién salida de la nevera.
Toca colgar, dormir, esperar un día nuevo.

Y seguir pensando que los tíos son unos amargados de la vida, que no tienen sentido de lo bueno, que no saben disfrutar de la  mujer que les conviene...  hasta que vuelva a salir el sol. Y ella sabe que es la mejor, que le gusta su pelo, su sonrisa y lo loca que está, y que él se lo pierde.

Los hay idiotas y a destiempo... que les den por c...

3 comentarios:

  1. Personas...personas!!! No hombres ni mujeres, sino personas!!

    ResponderEliminar
  2. ¡Ains mi niña mediterránea, cómo te echo de menos!

    ResponderEliminar
  3. No hago más que pensar cómo comentar tu entrada. Y por más que intento hacer un ejercicio de inteligencia buscando las palabras oportunas sólo consigo pensar una y otra vez en las tuyas: ¡Los hay idiotas!

    ResponderEliminar

Sin tus comentarios no somos nada (o sí)