miércoles, 28 de septiembre de 2011

Vale más marujear que sufrir

Con lo que yo valgo... qué pena...
Es lo que me digo a diario mientras intento pintarme donde corresponde y disimulo esas incipientes arruguitas con productos que dicen que son una barbaridad.

Que una todavía está guapa, a esos cuarenta y tantos que aumentan peligrosamente (dicen mis alumnos que no parezco más de 30... pero claro, ellos quieren su nota). Y, además, una tiene su inteligencia portentosa (dice mi profe de taichi que se nota que llevo años cultivando más mi mente que mi cuerpo... no sé por qué, quizá  por mi incapacidad de flexionar las rodillas como el resto de mis compañeros).

Para colmo de la perfección, he aprendido a vivir sin pareja de maravilla, con sus mases y sus menos en momentos clave, y alguna que otra lagrimita debida, sin duda, a los altibajos hormonales de una vez al mes (que van quedando pocos).

Aún así, con tantas prendas, mi trabajo sólo es ideal dentro del aula, cuando mis nenes protestan y les contesto, cuentan chistes y me parto, salen a la pizarra (ahora ya PDI)  y les digo que, por su vida, cuiden el puñetero lápiz, que cuesta un ojo y parte del otro. En los pasillos, en las reuniones, en los despachos... no, no me siento como delante de mi espejo del Ikea. No me dejan.

Por eso, ni sabéis cómo disfruto cuando llego a casa y cambio mi glamouroso netbook por mi carro de la compra, color pistacho él, y me marcho al Caprabo a encontrarme con las vecinas y poner de vuelta y media a la Esteban. Con lo mona que es una... y lo que vale...


(por supuesto, es una imagen con CC, extraída de FlickrCC)

2 comentarios:

  1. jajajaja, petardaaaaa, tú vales mucho, mucho ;))
    Lola

    ResponderEliminar
  2. Jajajajja, yo pienso exactamente eso, lo que valgo, cada vez que me siento a doblar calzoncillos...

    ResponderEliminar

Sin tus comentarios no somos nada (o sí)