miércoles, 28 de septiembre de 2011

No le dije que no me gustaba

Ésto, lo juro, no me ha pasado a mí, sino a una amiga. Y no es coña, que os conozco.

¿Quién no ha manipulado alguna vez? ¿Quién no ha fingido arrobamiento descerebrado para conseguir a la presa? ¿Y quién no lo ha conseguido? ¿Y quién no ha sabido qué hacer luego con lo conseguido? Porque claro, con tanto pedir, el de Arriba escucha y va y te lo manda. Por eso, le dije a mi amiga, debes poner más cuidado en lo que pides, escríbelo con detalles mujer, por absurdos que parezcan, son detalles importantes. En caso contrario, la catástrofe está garantizada.

Y es que cazar tiene su puntito, lo malo es qué hacer luego, cuando te das cuenta de que eso no era lo que querías... Le ves el primer defecto y sonríes, el segundo y te mosqueas, al tercero quieres salir corriendo pero estás en un hotel carísimo a muchos kilómetros de casa y el coche es el suyo porque claro, es más grande (el coche) y tú has incluido en el arrobamiento que él conduce mejor aunque aparque como una abuela... sólo para hacerle sentirse mejor y ahora te ves así.

El caso es que mi amiga se fue a pasar un puente con este señor. Hablaban por teléfono, se escribían correos electrónicos y todo era divertido y encantador. Pero 24 horas diarias durante cuatro días no son media hora de teléfono... Las primeras parece que no fueron mal. Ella se empeñó en hacerle feliz, en estar siempre dispuesta y disponible, alegre, jovial, simpática... al segundo día estaba agotada, al tercero le parecía el tipo más pesado de la tierra y al cuarto, de vuelta a casa, le dijo: Eres ideal, algún día me encantaría encontrar a alguien como tú. Lástima que estés casado.


¿En serio me ves así? Ella, que ya se veía cerca de casa, le respondió: Por supuesto, eres lo que siempre quise, pero lo superaré y algún día encontraré alguien así...  Incapaz de ser sincera, decidió dejarle ilusionado esos últimos kilómteros, total, luego ya no le vería más.    El  hombre se entusiasmó pero no dijo nada. A los pocos días de voler a casa la llamó y le dijo: No busques a nadie. Ya me tienes, me voy a vivir contigo.



Mi amiga sintió un calor en el esófago que le oprimía el plexo solar, le impedía tragar saliva y el aire se le quedaba atascado en la nariz; entre ahogos le pudo decir: No, por Dios, no hagas eso... ¿podemos vernos y tomar un café?

Mientras iba camino de la cafetería, pensaba: Y después del espectáculo sonoro y visual que le he dedicado estos cuatro días, ¿cómo convenzo yo a este señor de que me resulta insoportable?¡Dios mío, será un desastre! ¿Qué digo desastre? ¡Una catástrofe! Y siguió camino del café intentando encajar bien la aguja de su tacón entre las llagas de los adoquines.

4 comentarios:

  1. Brutal ese final Lola. Se adivina disfrute en la lectura de vuestro blog. Iré tomando nota para aprender también. ;-)

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  2. Nos tienes que dar la segunda entrega Lola... cuando tu amiga te la cuente, digo! ja ja

    La Monja Toronja

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  3. Es lo que yo digo... no es necesario agradar tanto y es imprescindible expresar lo que uno quiere en cada momento. Que nos han enseñado muy mal y ahora hay que desaprender, que no sé yo si es más difícil que aprender.

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  4. Pues se me queda un regustillo, como medio amargo... siempre estamos a vueltas con las expectativas... Este año voy a aprender a decir la verdad con una sonrisa, o algo que se parezca sospechosamente a la verdad. Algo como "¿Te has divertido? Yo, bastante. Hasta otra, me tengo que ir que he quedado con un amigo" Pero desde el más absoluto cariño. Porque parece como si el hombre fuera un pestiño, en comparación con lo que parecía, así, objetivamente, pero la realidad es que es la apreciación subjetiva de tu amiga la que le convierte en pestiño, al compararlo con el hombre esperado... Altas expectativas: buenas para que las personas "expectadas" mejoren, se sientan capaces, y malas para el que "expecta", sobre todo si son altas en exceso...

    Perdón por la chapa.

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