Todos los años lo pienso pero este año lo he hecho. Me he
apuntado a Pilates.
Lo cierto es que hubiera quedado, de nuevo, en una mera
intención, si no hubiera sido por mi amiga, la vecina del quinto, que sin
preguntar me dijo: -Nos he apuntado a Pilates.
Después de dos días de “no poder ir”, ayer, por fin, fui a
mi primera clase. (En casa mis hijos hacen apuestas sobre lo que voy a durar).
La profesora: ¡una antigua alumna del cole! ¿Por qué últimamente
todo el mundo es “un antiguo alumno”? Genial, al menos hay confianza y como
sabe cómo pienso preguntar me va a resultar fácil.
Las compañeras: Doce mujeres (casi todas conocidas, que esto
es un pueblo) de diferentes edades y condiciones que durante una hora nos
machacamos, obedecemos, nos tiramos por el suelo…(¡uff, cómo suena!)
La clase: Respira, expulsa, coge, suelta, levanta, rebota,
contrae, respira, abajo, arriba, despacio, tensa, relaja, respira, expulsa,
hombros, pelvis, expulsa, brazos, contrae, piernas, arriba, tensa, adelante,
aguanta, cuello, relaja, espalda, respira, despacio, pelvis…(...¿y todo esto, exactamente por..., para...?
El tiempo: una hora y ¡se me ha pasado volando! (Quizá mis hijos pierdan la apuesta).
El final: voces, comentarios, barullo, risas, despedida y paseo hasta casa con la vecina del quinto.
¡A lo mejor hasta está bien esto de hacer Pilates!
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