sábado, 31 de diciembre de 2011

La oscuridad y la luz

Ayer visité una... no sé ni cómo llamarlo... ¿atracción? En fin, digamos que participé en una actividad, que se llamaba "Diálogos en la oscuridad", y que consistía en hacer un recorrido de unos 45 minutos en total oscuridad con un grupo de 8 a 10 personas, guiadas por una persona ciega. El recorrido está organizado de manera que te hagas una cierta idea de cómo es el mundo en el que viven las personas que han perdido la visión, cómo es el mundo cuando no lo puedes ver. 

Nunca, nunca en mi vida me he sentido tan indefensa, insegura, paralizada, tan encogida por el miedo a lo desconocido, a no saber. Y entonces he pensado en mí como mujer. Y he pensado que tenía que escribir aquí lo que he sentido y pensado. 

Durante los 45 minutos, he buscado todo el rato el contacto con una pared. La idea de pared me resultaba lo único sólido a lo que me podía aferrar. El bastón no me ha servido de mucho, solo para encontrar alteraciones, cambios en el trayecto; en esos momentos arrastraba mi mano por la pared hasta que, a alguna altura, encontraba lo que mi bastón había encontrado a la altura de los pies. Así que, mi constante referencia en la oscuridad, un muro... 

Mi otro punto de apoyo, la voz de la mujer ciega que nos guiaba. Escuchaba su voz, pero sobre todo, agradecía tanto encontrar su mano para cruzar una puerta o subir un escalón... De alguna manera, sentía que ella se daba cuenta de mi miedo, de que estaba perdida. Así que una mujer me tendía la mano para ayudarme a encontrar mi camino... en una oscuridad total.

Cuando por fin llegamos al lugar en el que, poco a poco, fue volviendo la luz, esta me hacía daño en los ojos, y se me saltaban las lágrimas pensando en lo terrible que es estar sola en la oscuridad de tu mundo si no encuentras una forma de iluminarlo. No estamos hechas para la oscuridad y la tristeza, sino para la luz y la alegría. A veces, por accidente, por una mala jugada de la fortuna, nos encontramos rodeadas de tinieblas, pero ahora sé que, si solas no encontramos una salida, o una forma de revivir la luz que se ha extinguido, siempre, oídme, siempre, habrá una mujer que nos tienda la mano.

3 comentarios:

  1. Yo también te quiero, preciosa ;))

    ResponderEliminar
  2. Siempre, niña. Estaremos ahí siempre, para las alegrías y los momentos de oscuridad. Cómo entiendo lo que sentiste... esos tiempos negros en que no se encuentra el camino nos sirven luego para apreciar tanto la luz... besitos, guapa!!

    ResponderEliminar
  3. ¿y sabes por qué? Porque somos de esas mujeres que crean cadenas de manos (no de las otras)¿A que sí?
    Un abrazo.

    ResponderEliminar

Sin tus comentarios no somos nada (o sí)