domingo, 22 de enero de 2012

La gurusa cuando besa...



  


(Esta catástrofe que no es diaria pero se asemeja, está dedicada especialmente a mi queridísima tocaya, LolaPrieto)

Anoche salí en pandilla. Éramos tres nenas y dos nenes. Todos rondando los 50 años. Es decir, con más de 50 años, pero sin llegar a 55. Este dato es importante cuando de besar se trata. Y de comprender mi pasmo. Porque si hubiera sido un muchachito de 20 años sin estudios... O un anciano de 90 que se despide del mundo... pero 54 y cirujano... “En mi trabajo vemos la muerte cada día y cada vez que podemos, vivimos el momento”, decía. Claro, claro, pero vivir tu momento no significa que yo tenga que dejar de vivir el mío... por ti.

Claro que los besos son siempre importantes. En la escuela trabajamos con un libro cuyo título es demoledor, si se sabe entender... Vamos, que casi no haría falta leer el libro: “Ni un besito a la fuerza”, se titula.

Tal que así, salimos anoche de paseo, a tomar tapitas, en una Sevilla vacía por el derbi Betis-Sevilla. Dos señores cordobeses bien plantados, bien situados, bien vestidos y bien comidos, de esos que dicen que gustan, porque es verdad a priori, y tres señoras (espléndidas según mi reputado criterio), cada una de un sitio y sin embargo, amigas. Una de ellas, pareja de uno de ellos. El otro de ellos, hablaba con la una y la otra, y a mí casi ni me miraba, apenas un par de bromas de cuando en cuando, como haciéndome un favor.

Pero yo lo estaba pasando muy bien, las señoras éramos muy divertidas y ellos, aunque menos, también, así que no me comí el coco por eso. Podríamos decir que, sin conocerlos bien, me resultaban muy familiares. Me recordaban mucho mis orígenes, por el acento y por una fina ironía que debe dar la tierra y que yo pillo casi siempre a la primera. Digo casi siempre porque anoche no di ni una. Relajada y feliz en una reunión de amigos, llega la hora de la Cenicienta (que es variable, pero acaba llegando), y digo #quemevoyyá. Y yo cuando digo que me voy, me voy. En todos los sentidos, además.

Pues digo #quemevoyyá y entonces esa criaturita del cielo cambia de registro como milagrosamente, y me pellizca la nariz prestándome tooooda su atención. Protesto en modo simpático, total me voy ya, y me pellizca la cintura encendiéndoseme las alarmas (que no otra cosa), y mi CPU corre como las locas intentando adivinar de dónde sale tamaño interés, si no me ha hecho ni puto caso en toda la noche. Le miro con curiosidad, me da la risa y ataca de nuevo.

“Tú no te vas”, sentencia sin ni siquiera lavarse antes las manos, como Pilatos digo, que el hombre limpio iba como recién entrado al quirófano. Me hago la sorda, que suele funcionar, pero no funciona. “Pertinaz”, pienso, y mi mente busca en el manual “Recursos antipertinaces”, y los encuentro. Así que me dispongo a besar al personal ignorando su conducta disruptiva, llevándole a la silla del tiempo fuera, muá, muá, ha sido estupendo, sonrisa espléndida, la próxima en Córdoba, Bodegas Campos, la Mezquita... qué ilusión, el puente es buena fecha, claro, claro, “Hay buenos hoteles, pero yo tengo mucho sitio en mi casa”, se ofrece, qué amable, y se pone en cola para que me despida de él en último lugar.

Mientras ocurre todo eso mi mente sigue procesando y leyendo el manual de los jartibles, a esas alturas no sé, pero intuyo, la experiencia es un grado, ya lo creo que sí. Bueno, pues encantada, muá, muuuuu... “Yo no me voy a ir con un par de besos de compromiso”, vuelve Pilatos, las conexiones neuronales aceleran, dos manazas me agarran, me empujan hacia adelante, me hago un ovillo, veo su espléndida dentadura brillar a la luz de una farola y tengo el tiempo justo para que, en vez de irme a mi casa con un cabreo, él se vaya a su hotel con los piños llenos de rimmel.

Me giro y me escurro, que ya quisiera la Pávlova,  mientras me alejo sonriendo a unos (que le miraban a él intentando comprender qué le estaba pasando a ese hombre) y cagándome en su padre del muchacho a partes iguales, y escucho: “Niña, esto no se queda así, vaya tela con la niña...” Y me acuerdo de cuando, en situaciones absolutamente iguales, me asustaba y me quedaba paralizada, aguantando no sé muy bien qué, ganada por el poder de quien creía más fuerte y poderoso que yo, creyendo que la amenaza se cumpliría... Pero eso fue hace mucho tiempo, y aunque en las tripas no pude evitar sentir algo muy parecido a aquello, me digo y le digo sin hablar
yo ya no soy ésa que tú te imaginas, y además tengo un áifon que me dirá cuándo llamas tú, para no tenerme ni que molestar en acariciarle la pantalla.


Mientras volvía a casa con una de mis mejores amigas, no salía de mi asombro, y ella me decía: ¿De verdad te creías que no iba ni a intentarlo? ¡Así no, y menos conmigo que apenas me ha mirado en toda la noche! (Y dicen que las mujeres somos complicadas de entender)... ¿Qué lleva a un hombre con tantas presuntas cualidades a cagarla de esa manera? ¿Qué impaciencia le impidió que volviéramos a vernos y, pasado un tiempo, o al menos una conversación, pudiéramos darnos un beso con lengua, con la prisa que nos da que la vida se nos acabe? (Me parto de risa yo sola mientras escribo esto, pero creo de verdad que es muy serio).

En definitiva, ¿qué hemos hecho mal para que muchos hombres no tengan un mínimo de educación emocional o, al menos, un mínimo de picardía para saber conquistar con habilidad y buen criterio a una señora mayor? Es que ni se molestó en intentar engañarme, ésto ya no es lo que era, #mepartolacaja.

Y digo lo que sigue a sabiendas de que sonará mal, soberbio y prepotente (justo lo que, en ellos, se ven como cualidades del hombre seguro de sí mismo):
A las niñas es fácil engañarlas, a las mujeres de verdad, no. Y yo puedo llevar coletas y pichi, pero una niña, evidentemente, ya no soy.

1 comentario:

  1. Jajajajaja. ¡Tú sí que vales! y déjate de más ná.
    Después de tarde de sofá con película divina; de rato de trabajo en ordenador...ordenando trabajo e ideas; de sorpresa de una alumna mandándome una presentación en docs (¡cómo están aprendiendo mis niños para lo poco que enseño)diciéndome lo guay que soy y preparándome para ir a tomar café con buenos amigos...abro por última vez twiter( no sé si voy a poder dejarlo cuando quiera) y me encuentro contigo.
    La sonrisa no se me quita hoy de la cara ni con una ráfaga de radar.
    ¡Y encima, me lo dedicas!
    Yo también te quiero, nena.

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