miércoles, 27 de junio de 2012

Odio el verano



Le plagio el título a la genial Pepa Bermudo, después de encontrarme en twitter con todo un aluvión de tweet en torno a las altas temperaturas que nos invaden.
Pensando en contestar a todas me viene a la mente la razón por la que yo uso tanto ese "odio el verano".
Mis hijas desde muy pequeñitas han padecido "dermatitis atópica" enfermedad de la piel más latosa que grave y que remitía totalmente en verano con los baños marinos y el sol.
Esta fue la causa de que a pesar de que no soporto el calor extremo estuviese durante muchos años deseando que llegase el verano para realojarnos en el fantástico pueblo de Cabo de Gata a disfrutar de unas largas y saludables vacaciones veraniegas.
Levantarme  la primera cada mañana y preparar "el equipaje para la playa": toalla para cada una, las sillas de la playa, la sombrilla, los juguetes para la arena, el cubo para el agua, los ropita de vuelta para que vinieran sequitas...
Después venía el despertar para no coger el sol demasiado tarde, dejarlas remolonear en la cama e intentar que se levantaran sin enfadarlas demasiado, conseguir que desayunaran y embadurnarlas de crema con protección total a la vez que las perseguía porque no les gustaba la crema.
Llegadas a este punto, el sudor se adueñaba no solo de mi cuerpo sino también de mi mente, de mi alma, de mi presente, de mi futuro...
Entonces había que llegar a la playa.
Cabo de Gata para quienes no lo conocen es un pueblo muy pequeñito, a pesar de no estar en primera línea de playa parecería un delito ecológico coger el coche para ir a la playa del pueblo, así que, había que cargar con la bolsa de las toallas, la bolsa de los juguetes, las silletas, la sombrilla y las niñas que a diferencia del resto de trastos no se podían recolocar y a veces había que perseguirlas porque huían del perro del vecino o se entretenían con alguna florecilla del camino bajo un sol de justicia.
Tras unos diez minutos eternos, por fin llegábamos a la playa y mientras pones mil ojos para que las niñas no se te escapen solas al agua, coloca la silla, la sombrilla, las toallas, la ropa que se quitan, los zapatos que tiran cada uno a una punta, saca los juguetes...
Y por fin puedes tirarte de cabeza al agua, justo en el momento en que pensabas que el sudor se estaba convirtiendo en ácido corrosivo y que iba a acabar contigo. Un buen chapuzón y desde el agua ves por fin el paraiso: tu silla bien colocadita debajo de la sombrilla y ese libro que te espera dispuesto a no enfadarse si tras la primera línea lo abandonas por un sueño leve pero reparador.
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Tremendo espejismo!!!!!!!!!!!!!!
Cuando apenas te acabas de recostar en la silla, las niñas deciden que quieren hacer un castillo y solo quieren que seas tú su ayudante, o que les leas ese cuento que tienes, o que vayas a saltar olas con ellas...
Intentas quitártelas de encima y convencer al resto de adultos que te acompañan de que se hagan cargo de la situación, pero ¡¡¡eres imprescindible!!!
Así que te resignas y vuelves a retomar los maravillosos juegos de playa y te dejas embadurnar de arena  y vas y vienes con cubitos fantásticos de agua ¡¡¡yupi!!!
Agotada, pegajosa y con remordimientos de conciencia por no ser esa megamadre megafantástica megafeliz por rebozarte en suave arena cual jovenzuela retozona, te das cuenta que es la hora de volver y comienza la lucha por limpiar los juguetes más rápido que ellas los vuelven a coger y rebozarlos. ¡¡Por fin lo consigues!!!
Ahora toca perseguirlas para convencerlas de darse el último baño, secarlas y que no vuelvan a pringarse de arena ¡¡¡Por fin las cazas!!! y no se sabe en que orden, ni cómo, ni de qué manera, vuelves sobre la arena ardiendo con la niña en brazos, el bolso colgado, la sombrilla o la silla, la sal de la playa mezclailla con ríos de sudor.
Vuelves a casa y mientras el personal se queda en la piscina refrescándose subes las toallas de la playa, las tiendes y las sustituyes por las de la piscina, bajas y con suerte te das un baño y cuando sumerges la cabeza en el agua sueñas con no tener que salir al exterior, pero tu capacidad pulmonar da para poco sueño y de nuevo vuelves a salir, correr detrás, secar...
Tras la comida, la siesta y vuelta a empezar todo idéntico a la sesión matutina pero ahora incluyendo la merienda para la playa...
Un día y otro y otro y otro de un verano eterno.
Por fin, sin saber cómo, te das cuenta que han crecido, que no te necesitan para ir a la playa.
Y descubres lo fantástico que puede ser no tomar el sol, o ir a la playa por la noche, o leer a la orilla del mar al amanecer y vuelves a reconciliarte con el mar, con la arena, con el sol, bueno con el sol no mucho...
Pero aún así, cuando llega el calor y no puedo hacer vida de rica y el sudor vuelve a apoderarse de mí, un largo estremecimiento recorre mi cuerpo y vuelvo a repetir "Odio el verano".



12 comentarios:

  1. Qué bueno, es que realmente el verano es para ric@s, no para personas que han de currar con altas temperaturas. Algún día también escribiré porqué odio el verano. Por cierto, una de mis hijas también tiene dermatitis atópica.

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  2. Pues yo pensé que toda esa manía me venía a mí de que no tengo la playa cerca. Carmen, estoy contigo. Mi sistema inmunológico me tiene prohibido asomarme al sol. Vivo todo el año con pantalla total y literalmente me cuezo cuando sobrevienen estos calores. me gustan las playas del norte para ir a pasear y no en pleno verano. Y no soy rica en dinero pero si en amigas y algunas viven en Donostia por lo que poco a poco me acostumbro más a la arena (sin niñas y sin castillos)
    Compañeras, habrá que buscarse un pueblo abandonado y tomarlo prestado.

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  3. Somos almas gemelas, te leo y me veo reflejada, aunque tengo la suerte de disponer todavia de como mínimo una decada (hasta que mis hijos sean adolescentes) de "odio el verano" para disfrutar del calor, el sudor y el mar.

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  4. Pepa, tú y yo somos almas gemelas..., hasta en la herencia de nuestras hijas tenemos cosas en común jejejeje.
    Puerto a mi también me encanta el mar del norte y las temperaturas, pero como lo mio es el sur tengo que decir que una vez superada la fase de madre playera, es un lujo disfrutar de nuestras playas a primera hora de la mañana, en que casi parece una playa privada, de un buen baño casi en solitario y de un rato de lectura arrullada por las olas, y cuando la algarabía de quienes quieren achicharrarse empieza a funcionar volver a casa y escapar del calor, hasta el atardecer en que es un lujo disfrutar de las puestas de sol de Cabo de Gata y las cervecitas de sus chiringuitos en los que llegada cierta hora incluso necesitas algo por encima para quitarte el exceso de fresco.
    Pero a lo del pueblo abandonado también me apunto, tengo el recuerdo de unas vacaciones en un pazo gallego en la ribera del Miño y lo recuerdo como unas de mis mejores vacaciones.
    Y a tí amiga Paqui te deseo que disfrutes a tope de tus años venideros de sudor, castillos de arena y crema protectora, porque se escapan tan deprisa, tan deprisa...
    Por suert

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  5. Leerte ha sido como degustar una délicatessen -saboreando hasta el último párrafo una hermosa pequeña-gran historia que significa hasta en sus silencios...Vamos, Carmenca que aún con "título plagiado" ya tardas niña, en escribir una más larga. También añorando mis atópicos veranos superwoman con mismos artilugios,hijas, marido y sueños. Besazo
    https://dl.dropbox.com/u/7147350/verano%202004.jpg

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    1. Muchas gracias Mila!!!!!!!!!!
      Lo de escribir una más larga, es una asignatura pendiente. Me sienta genial escribir, me libera de tensiones y gracias a la red me permite entrar en contacto con gente fantástica, lástima de tiempo, que nunca encontramos el suficiente.
      Tienes una familia encantadora, y en esa edad preciosa en que son tuyas aún pero autónomas por fin.

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  6. Y vuelves a reconciliarte con el mar, con la arena, con el sol...
    Vamos que vuelves a recuperar tu vida, tus aficiones, tu espacio, en verano, otoño, invierno y primavera.
    Un beso muy grande con sabor a mar ;)

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    1. Si, si, si, si....
      El mar es una de las mejores medicinas para el alma, cuando está suave porque me aporta calma, serenidad, capacidad de mirar en mi interior...
      Cuando está bravo, me da una energía impresionante y siento que con cada envite de cada ola dejo salir, la rabia, el miedo y todo lo negativo que hay en mí.
      Y sí, ahora mi relación con el mar es más intensa porque no hay terceras personas.
      Aunque tengo que reconocer que cuando las veo tan mayores, tan independientes, tan libres, me da un poquito de nostalgia de aquellos agobios veraniegos y me atrevería a retomarlos de nuevo algún que otro día.

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  7. Ay tocaya, según te leo me represento. También he pasado esos agobios y ahora los añoro, mis muchachos han crecido y ya no quieren ir a la playa, ¡qué cosas!, empezamos a ir por ellos y ahora no podemos dejar de ir por nosotros.
    No hemos nacido ricas, ni falta que nos hace, qué no nos falte la buena compañía y las ganas de disfrutar, con optimismo se supera todo, hasta el calor del verano.

    Muchos besos y a por otra remesa de playa que espero disfrutar del 5 al 15 de julio

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    1. Si que es verdad Carmen, cuando se hacen mayores vives con esa mezcla de alegría de verles tan independientes y la nostalgia de cuando aún eran más tuyos.

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  8. Me gusta tu entrada Carmenca.
    Me ha hecho recordar también mis veranos con mis hijos. Los terribles calores siguiendo su ritmo frenético en las mil y una aventuras que se les ocurrían. Me suena lo de los castillos de arena entre continuas llamadas de atención... ¡papá, papá mira lo que hago! ¡papá, papá vamos a coger pulpos! ... recorrer los alrededores del lugar donde estuviéramos, con ese calor que reflejas tan estupendamente. Papá, papá vamos a subir a aquella montaña! ¡vamos a coger chumbos!... imagina quien se clavaba los pinchos... Y aunque esto nos saque de los recuerdos que estamos compartiendo sobre el verano, la playa y las calores, te contaré que hasta aprendí a esquiar por ellos.
    Claro que mis sensaciones difieren de las tuyas. Quizás porque yo veraneé en caravana, en campings. Quizás porque no me obsesionaba lo de despertarlos con tanto mimo, ni quitarles la arena, ni limpiar o recoger tanto los "cacharritos" de la playa. Y desde que fueron físicamente capaces, o se duchaban ellos y se quitaban la arena, la sal y el sudor o así se quedaban. Aprendieron pronto lo incómodo que es, ya te digo que aprendieron. Y a llevar su toalla, o no llevarla. Allá ellos.
    Como tú, ahora disfruto muchísimo del placer de ir a la playa cuando no hay agobios, de pasear de noche por el rebalaje, de madrugar para fotografiar el sol naciente y paisajes que a su luz resultan espectaculares.
    Pero no reniego del verano. Cada momento de mi vida lo he disfrutado tal como me llegaba.
    Disfruté, y mucho cuando sufría todos esos tormentos que cuentas.
    Y disfruto ahora de la soledad de una playa vacía, sólo para mí y mi compañera de todas mis aventuras (seguro que alguien podría escribir un precioso post en torno a la soledad desde el punto de vista de lo terriblemente triste que se siente en tan desolado paraje, por comparación con personas más jóvenes que disfrutan de la alegría de tener hijo/as a "la/os que cuidar")
    Disfruté de cada momento de caravana con nuestros hijos. De cada rato de playa. De campo. De parquecito o de visitas turísticas allá donde fuere. Y disfruto ahora de lo que la vida nos permite tomar. Tanto si están ellos como si no están.
    Me ha gustado tu post porque, como te decía, me ha invitado a reflexionar, a echar un vistacillo a aquellos años, yo que soy poco amigo de nostalgias.
    Tu entrada es la demostración de cómo la vida es un caleidoscopio en el que cada cual ve una realidad diferente según la mira, según la vive. Y en esa mirada, en esa vivencia generalmente tiene un enorme peso la actitud con que la afrontamos por más que nos empeñemos en afirmar que son los demás "elementos externos" que intervienen en ella los que la determinan.
    En fin, creo que tod@s hemos debido vivir situaciones similares. La cuestión es que yo, por ejemplo, no odio nada de aquello que viví. Lo viví así porque así decidí hacerlo acomodándome a las posibilidades que me brindaba el momento. Y lo disfruté. Vaya si lo disfruté. Sudor, moscas, calor, madrugones, berrinches, llanteras, suegros, abuelos, cuñados, y todo un sinfín de adornos incluídos.
    Hoy sigo intentando hacer lo mismo. Vivir lo que me toca. Intentando cambiar lo que no me gusta. Y disfrutando de lo que no son, al fin y a la postre, más que el resultado de mis decisiones.
    Quizás mi grado de satisfacción con la vida a estas alturas no sea más que la consecuencia de mi actitud y mis decisiones, además de haber tenido mucha suerte con las cartas que me han ido tocando.
    Para acabar querida Carmenca sólo quiero decir una cosa más: Que cambiaría un año de mi vida por volverme a revolcar en la playa con mis hijos, aquellos dos pillos preciosos, como cualquier mañana de aquellos veranos. Aunque ardiera el cielo de calor.
    Te regalo una foto que me ha encantado: http://a2.sphotos.ak.fbcdn.net/hphotos-ak-ash3/575709_406166186097382_1688548061_n.jpg

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  9. Con lo que más me he sentido identificada es con lo de "ser imprecindible"... reconozco que puede dar envidia a quien no lo es, pero a mi, a veces, me encantaría que precindiesen unas horas de mi persona...

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