Ainsssss, que yo también me he apuntado a pilates. Qué sudores, madre mía. Lunes y miércoles. Martes y jueves piscina. Y
el viernes, para que me mimen. En la piscina me quieren ascender a la calle 2.
Yo siempre he sido de infantil y aprovecho mi estatus para reivindicar esa
calle del extremo en la que estamos quienes hacemos menos, no por
desconocimiento sino porque nos lo merecemos. ¿Por qué me quieren poner en esa
calle maldita donde las vueltas hay que multiplicarlas por dos? Si en nuestra
calle hay que hacer dos p’allás y dos p’acas con la tabla en la barriga y el
pull entre las piernas, en la dos hay
que doblarlo. Yo me quiero quedar en mi reino, que aunque te llegan las olas de
todo el mundo, no te molestan los de la calle tres que son el summun y el más
allá.
Y que me decís del respiro. Los lunes y miércoles inspiras por la nariz llevando
el aire hasta las flotantes (más o menos, claro) y lo expulsas por la boca
soplando y metiendo barriga. Los martes y jueves aspiras por la boca y lo lanzas por la
nariz cada tres, cuatro o cinco brazadas.
¡Acuérdate de tener la boca fuera del agua cuando te toca coger aire,
que no estás en pilates!. Otra vez llegamos al viernes preguntándonos para qué
me habré metido yo en estas cosas. Y deseando más mimos que ésos hay que estar
siempre pidiéndolos.
Con lo bien que estoy yo con mis compas de piscina. Esas cañitas que nos
inventamos algunos jueves; esas cenas de comienzo, medio o final del trimestre
que consensuamos sin disensión.
Que sí, que me he metido en un jardín sin flores pero hay tiempo para
plantar, cuidar, regar y florecer. Y
como dice la vecina del cuarto, lo mismo hasta me gusta esto del pilates de los
lunes y miércoles.
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